José Manuel Estrada (pensador) - Wikipedia, la enciclopedia libre


José Manuel Estrada

Un verdadero cruzado argentino del siglo XIX
 
  

Es para los cristianos la cruz un recuerdo y un emblema: recuerdo de la pasión sangrienta de Jesucristo, y emblema del sacrificio, cuyo espíritu abarca y explica la vida cristiana, resplandeciente por la abnegación, el heroísmo, y la caridad de sus santos, de sus mártires, y de los sencillos y vulgares creyentes que a cada hora meditan la palabra del Señor en el sermón de la Cena: "Un mandato nuevo os doy: que os améis unos a los otros como os he amado yo". Imaginad suprimido el amor de la cruz, y apagado el espíritu de sacrificio, y olvidadas las glorias del dolor, por la apostasía racionalista... ¿No será cierto que el egoísmo y la molicie inundarán los corazones como una ola que rompe el dique? ¿Y qué pueden esperar los pobres de una sociedad muelle y sin ternura, y tanto más       afeminada e insensible cuanto más rica sea y más sensual, y más se infle de vanidad y más multiplique sus espectáculos, sus festines y sus regocijos, hasta olvidar que toda alma será perdida y que habrá mañana un abismo eterno entre Lázaro y el epulón?...

Yo sé que para consolar a los desgraciados cuando se angustian viendo amortecerse la caridad, se tienta su orgullo, sugiriéndoles que hay humillación en recibir sus dones, y cuadra más a la humana dignidad olvidarla y apelar a la justicia.-

Pero como la filosofía naturalista niega la ley de Dios, niega el Evangelio, niega la moral definida por la Iglesia, y por supuesto que la sociedad civil debe ser tutelada por el Reino de Cristo, es evidente que la invocada justicia es un concepto incierto y una palabra vacía. Buscadla en las naciones paganas y la veréis conciliada con la esclavitud, con el ilotismo, con el exterminio de los débiles; y si la pedís a los escribas del moderno positivismo, os la expresarán en la ley de selección natural que legitima la inmolación de los menos fuertes en provecho de los más vigorosos, en la fatalidad de los atavismos morales que asimila los crímenes a las enfermedades, en el privilegio de la utilidad sobre el derecho que sacrifica en las usinas el bracero en holocausto al capital, mujeres, ancianos y niños en los odiosos altares de la codicia, la flor de las generaciones en los campamentos militares y en batallas sangrientas y estériles para la civilización del mundo. - Interpretad todo eso con serena razón... El naturalismo pone el criterio de la justicia en el éxito. Luego, tras de ese pórtico engañoso con que seduce a las muchedumbres, está el imperio de la fuerza bruta. No lo dudéis. La naturaleza humana, originariamente viciada, tiende al mal, y al mal y a todas sus expresiones, se entrega desde el instante en que se divorcia de la vida sobrenatural del cristianismo que la redime, la corrige, la purifica, la ennoblece y la eleva. - No hay intermedio: o la cruz y la justicia, o la pasión y la fuerza. 

Así José Manuel Estrada, "El liberalismo y el pueblo". Conferencia dada ante la academia literaria del Plata el 7 de julio de 1889

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